Al hablar del estilo y la obra de un artista es inevitable, a la vez que un lugar común, establecer una relación entre los rasgos de su producción material y su carácter o trayectoria personal. En el caso de Luis Montull esta relación es especialmente íntima. Su obra es múltiple: en su temática, desde lo profano y lo étnico a lo religioso, desde la cotidianidad o la sensualidad de sus bailarinas al dramatismo y  la truculencia –Ahorcado, Suplicio, Desespero-; en la forma y el estilo, desde la obra acabada a los cuerpos toscamente insinuados que emergen del bloque, desde el primitivismo, la geometricidad cubista de reminiscencias egipcias, sirias, mexicanas o románicas, el indigenismo y la africanidad, hasta una suerte de manierismo expresionista, de la figuración a la abstracción; en su tamaño, pequeñas piezas de menos de cuarenta centímetros y obra monumental gigante en plazas de ciudades y pueblos; en los materiales, piedras como el granito de Bretaña, areniscas, tobas canarias, mármol italiano, de Carrara, portugués, piedra de Ayagaures, de Tirma, de Tamadaba, las fulas de Arucas, maderas como la ukola, samanguila, morera, ébano, caoba. Y su obra es múltiple en número, ya que estamos ante un productor incansable, de una fecundidad difícil de encontrar.

Estas y otras virtudes del artista son parte de su obra y de su vida, y no se sabe ya si producto de su carácter personal o génesis de un nuevo carácter que es suma y resultado de tan ingente trabajo. La base de tal monumento al arte, siempre inconcluso, la compone la sencillez y el recogimiento del espíritu creativo de Montull que le lleva a la introspección y la labor permanente. Son aspectos de la personalidad del artista que, al fin y al cabo, acaban por determinar el contenido y la forma de su trabajo. Su paisano Don Juan Rodríguez Doreste lo ve así: ”la admirable modestia, la resplandeciente sencillez del artista, tan arduoso, incansable y tenaz en su tarea, como silencioso y recatado en la vertiente exterior de su existencia. Un silencio tan fecundo y definidor que bien puede aplicarse  al verso famoso de Pablo Neruda: Claro como una lámpara, simple como un anillo”.